En Mayo, fuimos agraciados en un sorteo por participar en un cuestionario coordinado por Antonio González, Toño (www.cielos-lapalma.com), un astrónomo amateur que ha convertido su afición en profesión, y que nos ha acompañado y organizado un viaje por la Isla Bonita, cuidando hasta el más mínimo detalle, para que todo saliese perfecto. No lo olvidaremos jamás. ¡Fue nuestro perfecto astro-sherpa!
Nuestra llegada a la Palma el día 21 de junio fue apoteósica, ya que nos recibieron los bomberos, bautizando el avión en el cual llegábamos con sus mangueras, por tratarse del primer vuelo inaugural directo de Barcelona a la Palma, de la compañía Vueling.
Allí en el aeropuerto nos esperaba Toño González, un brillante comunicador y divulgador de las excelencias de su isla.
Nos acompañó hasta la Villa de Mazo, donde recogimos las llaves de la casa rural “El Níspero”, que se encuentra en Los Canarios, Fuencaliente, y que debe su nombre al majestuoso ejemplar de níspero que se encuentra delante de la entrada de la casa. Se trata de una acogedora casa, tematizada con temas de astronomía y decorada con elementos de cerámica típicamente canarios, que cuenta incluso con unos binoculares y su trípode, para poder disfrutar del cielo en su terraza y que además está rodeada de unas vistas impresionantes y un bello paisaje.
Al atardecer, para celebrar el solsticio de verano, fuimos hasta El Paso, donde se encuentra el Yacimiento arqueológico de El Verde, donde el profesor Miguel Martín, presidente de la Asociación Iruene, nos dió una clase magistral sobre petroglifos (grabados a mano sobre piedra volcánica) por los antiguos habitantes de la isla, los Awara, y que según nos explicó tienen connotaciones espirituales y astronómicas. Allí nos deleitamos con el paso de los últimos rayos de sol, entre les piedras milenarias y sus extraños grabados, mientras un grupo de amigos del “Salto del Pastor” hacía su aparición, y nos obsequiaron con saltos acrobáticos, utilizando sus largas lanzas, a través de las laderas pedregosas que rodeaban el yacimiento.
Después nos fuimos con Toño y un grupo reducido de turistas al mirador astronómico Llano del Jable, también conocido como “El Mirador del LLano de las Brujas”, situado a 1400m de altitud, donde pudimos contemplar uno de los cielos más espectaculares que he visto en mi vida, rodeados de pinos canarios. Desde allí observamos la Vía Láctea en todo su esplendor, nebulosas, planetas e incluso el espectacular cúmulo globular Omega-Centauro (que desde nuestra latitud no podemos observar), entre otros objetos. En el cielo también se dibujaban las constelaciones en la bóveda celeste con un brillo al que no están acostumbrados nuestros ojos.
El domingo nos levantamos temprano y fuimos al observatorio del Roque de los Muchachos. Durante el ascenso, quedamos impresionados del paisaje que nos rodeaba y también pudimos observar las típicas plantas de la zona, junto con grajas, sobrevolando el cielo. Al llegar a la cumbre, y ver aquel paisaje extraordinario, nos dio la sensación que estábamos pisando la mismísima luna. En el observatorio hay un total de 10 magníficos telescopios, oteando el cielo canario, desde el más antiguo (Newton) hasta los más novedosos (los Magic), que estudia los rayos gamma, pasando por el Liverpool, el Galileo, el NOT… sin olvidarnos del GTC, el Gran Telescopio Canarias.
¿Sabíais que el GTC es el mayor telescopio óptico del mundo y que, aunque pesa más de 500 toneladas, se puede mover empujándolo con una mano, ya que está sobre una capa de aceite a presión?.
En el mirador del Roque de Los Muchachos pudimos observar todavía floridos los tajinastes, plantas endémicas de la isla, (que solo crecen a esta latitudes y solo las podemos encontrar en la isla de La Palma y Tenerife), rodeados de un mar de nubes.
Bajando en dirección a Garafía, los maestros culinarios del Restaurante El Bailadero nos sirvieron exquisiteces típicas de la zona, como el queso de cabra frito con mojo verde, las papas arrugadas con mojo rojo… sin olvidar los deliciosos postres bienmesabe y príncipe Alberto, un placer para el paladar.
Después de comer, nos dirigimos en dirección al mirador de El Time, donde se puede apreciar una magnífica vista panorámica del Valle de Aridane. Durante el descenso pasamos por Tijarafe y sus viñedos , las Trícias, conocidas por sus dragos, y también nos detuvimos en el mirador de la Garome. Dejando atrás el puerto de Tazacorte, nos encontramos con Toño, que nos esperaba a la entrada de la cueva del Vidrio, formada por la lava del volcán de San Juan, que entró en erupción en el 1949. Allí se pueden apreciar unas formaciones llamadas jameos, producidos por el derrumbe del techo de un tubo volcánico.
¿Sabíais que en Marte también se han encontrado jameos, mostrando evidencias de la existencia de grandes tubos y cavidades volcánicas? En La Palma se puede simular lo que podría ser una futura visita a una cueva volcánica marciana.
Después nos dirigimos a visitar el último volcán aéreo de España, el Teneguía, cuya erupción tuvo lugar en 1971. Paseando por su cráter tienes la sensación de estar viendo un paisaje de Marte, mientras pisas la tierra rocosa de tonos rojizos y grisáceos.
Al atardecer fuimos con Toño a las Salinas de Fuencaliente, donde pudimos contemplar dos faros, uno más antiguo y otro más moderno (que hasta hace poco era un museo), y también las pequeñas montañas de sal. Mientras tomábamos unas deliciosas tapas en el Restaurante tematizado Jardín de la Sal, desde el que pudimos contemplar una hermosa puesta de sol, al tiempo que nuestro anfitrión nos deleitaba con la narración de la imposible historia de amor entre Vulcano y Venus. Las vistas del mar desde Fuencaliente son sencillamente increíbles.
Por la noche, no nos cansamos de fotografiar el cielo nocturno desde Fuencaliente, bajo una bóveda celeste espectacular.
Empezamos el tercer día haciendo una parada en la casa-museo EL Molino de Ramón y Vina. Allí su propietario nos mostró la elaboración artesanal que hacen de las piezas de cerámica aborigen, que ellos reproducen con estudiada exactitud.
Más tarde, camino a Los Tilos, nos detuvimos en el mirador del Jardín de las Hespérides, donde confluyen Venus (Juno o Hera), que representa la fertilidad y el carnero, símbolo del sol, haciendo alusión a esta isla fértil adorada por el astro rey.
Finalmente llegamos a los Tilos, donde realizamos una ruta de unos 5 Km, a pie, por el bosque terciario de laurisilva, donde se pueden observar en todo su esplendor enormes laureles, viñátigos, barbusanos, tilos y, en la zona más alta, también fayas. Durante el trayecto también pudimos ver grajas, pardelas y mariposas de muchos colores, incluyendo la amarilla o cenicienta.
Después de la caminata, para recuperar fuerzas, nos dirigimos al restaurante San Andrés, de la localidad del mismo nombre, donde tomamos unas delicias locales, en un precioso pueblo engalanado de enormes arcos florales y alfombras de flores, ya que celebraban las fiestas del Corpus Christi. Después de comer, para relajarnos, nos fuimos al Charco azul, un paraje impresionante, de piscinas naturales de agua salada, donde es posible tomarte un chapuzón o sencillamente relajarte en la terraza del bar, tomando un helado o una bebida refrescante, mientras se contemplan las bellas aguas marinas, que adoptan desde coloraciones verdosas hasta el impresionante azul turquesa.
Al atardecer, desde el centro de interpretación del Volcán de San Antonio, vivimos junto con Miguel, Toño y otros asistentes al evento, una noche de San Juan diferente, rodeados de cenizas, piedras y bombas volcánicas, atentos a las explicaciones del profesor Miguel sobre las culturas ancestrales y su veneración al sol y las estrellas, y también a los comentarios de Toño sobre los solsticios y los equinoccios. En este parque tematizado, esperamos a que el sol que se ponía pasara entre unas estelas (rocas verticales) que conforman un marcador astronómico moderno, diseñado por Toño y colocados en posición estratégica, de forma que su sombra alcanzara un punto exacto durante los solsticios y equinoccios. Al acabar, en el mismo pueblo, se encendieron hogueras, siempre bajo la atenta mirada de los bomberos y pudimos deleitarnos con el queso de cabra ahumado típico de la isla, cortesía del ayuntamiento de Fuencaliente.
Llegado ya al ocaso de nuestro viaje a la Palma, el día antes de regresar a la Península, cogimos el coche de alquiler y nos dirigimos al bello puerto de Tazacorte, donde pasamos un día de playa, tomando el sol, disfrutando de las abruptas costas en kayak y comiendo en una terraza al lado del mar.
Antes de cenar, fuimos a ver los típicos dragos gemelos de Breña Alta y Toño, allí mismo, nos contó la historia de los hermanos que se mataron por amor a una misma chica. Después nos llevó al restaurante tematizado sobre vulcanismo, La Casa del Volcán, donde nos sirvieron como reyes deliciosos manjares tematizados con motivos estelares, acompañados de buen vino de su propia cosecha.
Para finalizar, aprovechamos hasta el último momento para sacar unas fotos del faro de la Salemera y por la noche fuimos a dormir al Parador de la Palma, situado en la Breña Baja, que cuenta con un inmenso jardín botánico, que vale la pena visitar.
Antes de coger el avión, el día de nuestra partida, fuimos a dar una vuelta a la capital de la isla, Santa Cruz de La Palma, donde pudimos visitar el museo naval, que cuenta con una réplica de la carabela Santa María, con la que Colón descubrió América y también visitamos el Castillete y el Museo Insular. Comimos en el parador y después nos dirigimos al aeropuerto para coger el avión de regreso a Barcelona, haciendo escala en Tenerife.
Y hasta aquí nuestra visita relámpago a La Palma, la bella y poco conocida isla canaria, una mezcla de lo mejor de Tenerife, Lanzarote y La Gomera, eso sí, sin Teide y pocas playas, pero con su espectacular Caldera de Taburiente y el majestuoso Valle de Aridane, el magnífico Roque de los Muchachos y las preciosas piscinas naturales del Charco azul y, por supuesto, sin olvidar el magnífico cielo palmero, uno de los mejores que he visto en mi vida.
Esperamos volver pronto, ya que ha sido una experiencia que no olvidaremos jamás y que os recomendamos sin lugar a dudas
Carles Corney & Carme Roura